Madurez…
Siempre he procurado tener presente el
sabio consejo del filósofo francés Roger Garaudy cuando decía que antes de
hablar hay que definir las palabras…
Y es que
no cabe duda de que las palabras sufren con frecuencia procesos de inflación que
acaban por dejar de decir lo que pretendían decir…
Quiero referirme, por ejemplo, hoy, al
proceso de desfiguración que sufre con frecuencia la palabra madurez…
Lo vi
escrito el otro día en un periódico: es preciso que el partido X alcance en
las próximas elecciones su madurez política…
Y me
pregunté: ¿Qué se quiere expresar realmente con esta expresión de madurez política?
Es obvio
que las personas no somos frutos y, por lo tanto, entiendo que la madurez,
sea la personal, la social o la política, comporta una serie de condicionamientos personales que es preciso trabajar. Por ejemplo:
–madurez es la habilidad de controlar y
equilibrar el pensamiento, la voluntad y los sentimientos;
–madurez es perseverancia y habilidad
para cumplir los objetivos propuestos y afrontar los proyectos y las
situaciones, a pesar de las dificultades;
–madurez es la capacidad de tomar
decisiones y mantenerlas;
–madurez es reconocer los errores;
–y madurez es el arte de vivir en paz y
armonía con las personas y los hechos que nos rodean…
El gran Shakespeare nos dio la receta: la
madurez sólo se aprende a golpes de vida… Y, en general, los humanos no
somos demasiado propensos a aprender de la vida…
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