Desigualdades...
No cabe
duda de que vivimos en una sociedad de desigualdades: hombres y mujeres,
autóctonos y emigrantes, ricos y pobres, trabajadores y parados, sabios e
ignorantes, libres y esclavos…
Desigualdades
sociales, económicas, legales y culturales.
Y
el reto está planteado: ¿Cómo actuar para acabar con esta lacra?
La
primera e indispensable condición es tomar partido por los que más sufren estas
desigualdades y están peor tratados por los poderosos… Pero ¿cuántos son los
que se enganchan a esta tarea?...
La
mirada cabría ponerla, sobre todo, en la fuerza y el empuje de la juventud,
pero ¿dónde están los jóvenes que opten por esta labor? Haberlos, hay-los, pero
su fuerza es, sin duda, todavía muy poca e influyente.
Por
otra parte, los mayores, sobre todo los padres y educadores, no podemos caer en
la trampa de la simple recriminación de la juventud…Hay que partir del hecho de
que los objetivos más nobles sólo se consiguen desde la ejemplaridad y no
siempre los mayores son el mejor espejo donde pueden mirarse los que vienen
detrás…
Hoy
se habla mucho de empoderamiento de las nuevas generaciones, palabra
que, sin duda, hay que matizar muy minuciosamente, ya que está, a la vez, llena
de matices positivos y de matices negativos y reprobables… Empoderar a los
jóvenes es incitarlos de verdad a cambiar un mundo que ni a ellos, ni a los
mayores, no les gusta…
Pongamos,
pues, manos a la tarea.
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