OCHENTA...
Alguien que sabe que cumplo los ochenta y entro en la cuarta edad me envía un texto del prestigioso novelista norteamericano Henry Miller:
« Si a los ochenta años no estás mi tullido ni inválido y gozas de buena salud, si todavía disfrutas de una buena caminata y una comida sabrosa, si duermes sin pastillas, si las aves y las flores, las montañas y el mar te siguen inspirando, eres de lo más afortunado y deberías arrodillarte en la mañana y en la noche para darle gracias al Señor por mantenerte en forma...»
Lo leo despacio y varias veces este texto y me inspira unas líneas:
– muy de acuerdo con dar gracias mañana y noche al Dios de mi fe por la vida que hasta ahora me ha dado y he podido disfrutar
– que todavía me siguen inspirando las aves y las flores, el mar y las montañas es afortunadamente bien cierto, pero he de añadir, al bueno de Henry Miller, que a mí aún me inspiran mucho más también los signos y las personas de paz y de bondad, la cultura y el pensamiento
– duermo sin pastillas, y creo que todavía es mucho más de agradecer el hecho de poder dormir cada noche con la conciencia tranquila y el equilibrio emocional
– y no quiero acabar sin añadir que además de dar las más sinceras gracias al Dios de mi fe, las gracias, tengo que darlas, una a una, a todas las personas que han pasado y siguen pasando por mi vida, en mi ya larga trayectoria, porque de todas ellas, de las más y menos amigas, he aprendido mucho.
Hoy mi firma es, como no puede ser menos, la de un simple puntillero agradecido...