Cultura
y práctica ética
Me sorprende - y me apena cada vez más-
el pobre grado de cultura y práctica ética que observo a mi alrededor; una
falta de cultura a la que sigue, por supuesto, una conducta personal y social bastante
errónea y perjudicial…
Oigo, por ejemplo, decir a mucha gente.
–es que yo no soy creyente, y por eso a mí los mandamientos y la moral que
predican los curas no me interesan nada…
Y opino:
–¿Creemos, entonces, que podemos hacer
lo que nos dé la gana, sin que existan barreras o limitaciones éticas que lo
impidan?
Creo que nadie, en su justo cabal,
pueda negar que, como mínimo, hay que tratar a los demás como deseamos que
nos traten a nosotros mismos…
Otra cosa es, naturalmente, si este
principio se vive y se practica, y si somos realmente capaces, o lo intentamos,
de medir la conducta de las personas con el mismo criterio, o lo cambiamos si
se trata de nuestros propios actos, o los de los demás…Es aquello de ver la paja en el ojo ajeno
y no la viga en nuestro propio ojo…
Nos duelen los mínimos daños que nos
puedan hacer a nosotros y nos dejan indiferentes las múltiples injusticias que
afectan a personas que viven a nuestro alrededor.
Y lo que resulta aún más notoriamente
grave, como advertía la escritora Irene Vallejo recientemente, es que estamos
construyendo una sociedad en la que repartimos la culpa y
la disculpa en función de las querencias, no de las evidencias; de las
adhesiones, y no de las acciones…
Esta es,
sin duda, una muy mala práctica…
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