Cuando
los miedos anulan las esperanzas
Cada vez
más da la sensación de que existe en nuestro entorno un cierto aire de
desesperanza, porque prevalecen a nuestro alrededor muchos sentimientos de
temor, incerteza y desaliento. El desánimo y las dudas se imponen, y es
entonces cuando cunde el pesimismo social…
En definitiva, la gran causa de
esta situación hay que situarla en el miedo en sus diferentes formas.
Las situaciones negativas que
observamos a nuestro alrededor (guerras, violencias, desigualdades sociales,
catástrofes y adversidades personales) provocan con frecuencia que el miedo se
convierta en una emoción que se convierte en primordial y nos paraliza, en
lugar de lanzarnos hacia un futuro mejor.
Y frente a esta actitud no cabe otra
cosa que la esperanza como fuerza que nos impulse a seguir adelante, y lo que
resulta absolutamente imprescindible es encontrar un equilibrio entre el miedo
y la esperanza de que con la acción y el compromiso se pueden mejorar las
cosas.
De hecho, la humanidad ha avanzado siempre
gracias a los hombres y mujeres esperanzados, es decir aquellos que confiaron
en encontrar la luz en medio de la oscuridad y con sus actos creativos hicieron
posibles los avances.
Aristóteles definió la esperanza como
el sueño de un hombre o una mujer despiertos, es decir atentos a la fuerza
transformadora frente a las situaciones difíciles. Cuidado, pues, con los
soñadores interesados, porque son un verdadero peligro…
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