Autocrítica…
Existe hoy en nuestra sociedad mayor propensión a
echar la culpa de las cosas negativas a los demás, que no a hacer un verdadero
ejercicio de autocrítica.
Y las causas de esta situación hay que
buscarlas en unos cuantos factores muy concretos.
Por ejemplo:
–la reiterada tentación de la nostalgia
del pasado en el que se sitúan cada vez más muchas personas y colectivos;
–la propensión a quedarse en análisis
intelectuales que no comprometen ni se enganchan al ejercicio de cambiar lo que
no funciona;
–la incultura y el desconocimiento de
herramientas útiles para conseguir cambios positivos;
–el continuado ejercicio de tirarse en
cara culpabilidades, en lugar de plantearse un reconocimiento de los errores;
–la facilidad asombrosa para observar y
condenar los errores de los demás, con la consiguiente pérdida del sentido de
la realidad
La lista podría alargarse, pero me despediré con un
pensamiento de Chesterton, el gran escritor inglés: lo que verdaderamente
amarga el mundo no es el exceso de crítica, sino la ausencia de autocrítica.
Y es que una autocrítica inteligente consiste
básicamente en creer y aceptar que cada día se puede aprender algo nuevo.
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