viernes, 6 de mayo de 2022

 

Hacer del dolor una obra de arte…

       Entre mis lecturas más recientes ha habido una que desearía compartir con los lectores de esta Puntilla.

         Natasha Trethewey, una escritora y poetisa norteamericana, en su libro Memorial Drive, afronta, después de treinta años del suceso, la muerte de su madre que con sólo 40 años, y cuando ella tenía 19 años, fue asesinada por el hombre con el que vivía entonces.

          El libro es una muestra más de esa plaga mundial de asesinatos de mujeres por parte de su pareja, pero lo más relevante es cómo ha ido viviendo su autora ese tremendo dolor, refugiándose sobre todo en la poesía. 

        Un periodista le pregunta: Shelley escribió que <la poesía es un espejo que embellece lo torcido> Pero ¿cómo aprender si embellecemos lo feo?; y la escritora le contesta: poder hacer una obra de arte del dolor es triunfar sobre la desesperanza…

       Y siguiendo la entrevista el periodista logra sacar el secreto de la gran resistencia de esta mujer: mi madre me enseñó a creer que la gente merece una oportunidad para intentar cambiar y ser mejor… Las heridas sucias no cicatrizan, se infectan. La única manera de que sanen es exponiéndolas a la luz. Y eso es aplicable a las heridas personales y a las nacionales. Lo que no se habla no se cura…

         He querido compartir esta lectura porque creo que tiene muchos aspectos a considerar en este complejo mundo de violencia en que estamos metidos.  

        Las heridas pueden ser siempre huecos por donde puede entrar la luz en nuestras vidas y en la sociedad.

          Es cuestión de ir aprendiendo, aunque tardemos treinta años en conseguir cicatrizar heridas convirtiéndolas en auténticas obras personales de arte interior.

        

        


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