Decepcionados...
Coincido con un sociólogo amigo mío en que estamos viviendo
en estos momentos una gran decepción…
El diccionario nos dice que la
decepción es un pesar causado por un desengaño, y los desengaños paralizan y
entristecen…
Cada cual es dueño, por supuesto, de
manifestar sus propias decepciones, pero lo que más preocupa es que la
decepción, como el miedo, paraliza las acciones, o se limita a convertirnos en rebeldes
sin causa…
Tenemos,
por ejemplo, todo el derecho a que nos decepcionen la política, la economía, el
Estado o la Iglesia, ¿pero qué aportamos nosotros para mejorar estas
realidades? ¿la bronca y las manifestaciones fuera de tono?
Es bien sabido que las decepciones mal
asimiladas producen rabia, tristeza y desencanto, pero no solucionan nada; y
mucho de esto es lo que está pasando ahora, atizado por intereses políticos y
económicos más que turbios.
Dentro del mundo al revés de que
hablaba en La puntilla del sábado pasado que, por cierto, fue muy poco
leída y valorada, he de decir que, viendo lo que veo estas últimas semanas, me
reafirmo en mi observación.
Porque en mi formación juvenil me enseñaron que en la juventud las decepciones se afrontaban desde la rebeldía; en la madurez, desde el pensamiento; y en la vejez, desde la esperanza...
Hoy, sin embargo, las cosas parecen haber cambiado, y tenemos jóvenes inmaduros, adultos bien acomodados, y mayores rebeldes y comprometidos. Al menos así aparece en ciertas manifestaciones…
En un momento en que es justo castigar
y condenar a los violadores del sexo, resulta muy urgente empezar a castigar
también a los manipuladores del pensamiento: están haciendo mucho daño y son ya
demasiados...
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