MÁSCARAS
Una de las noticias de esta semana es que, después de casi un año, podemos ya andar por la calle sin mascarilla. Y esto significa, teóricamente, que las relaciones sociales, en las que es tan importante poder ver la cara de las personas, mejorarán…
Pero
no deja de ser curioso que esta medida sea cualificada como uno de los signos
de la vuelta a la normalidad… Porque
esa normalidad que se supone existía
anteriormente a la pandemia, estaba y sigue estando llena de máscaras
personales y sociales que no se borran solamente eliminando un trozo de tela en
la cara de los ciudadanos…
Es
decir, que yo quiero referirme a otras máscaras más importantes que siguen
entorpeciendo las relaciones humanas de las personas y que es preciso ir
eliminando.
Por
ejemplo:
La
máscara de la imagen exterior utilizada al servicio del ocultamiento de la
realidad interior de las personas
La
máscara del decir que no se
corresponde con el pensar y el hacer
La máscara y el
disfraz que encubren pensamientos contradictorios con la realidad
La
máscara que oculta el rostro para no dar la cara y comprometerse en situaciones
que están a nuestro alcance
O
el carnaval cotidiano y superficial en el que siente muy cómodo el mundo de la
política…
Podríamos
seguir, pero el pensamiento queda claro: bueno es desprenderse de una
mascarilla sanitaria, pero mejor todavía es hacerlo de las máscaras,
mascarillas y disfraces que tanto abundan en nuestra vida cotidiana,
Qué
bien lo dijo quien dijo: cuando las
máscaras se caen, aprendemos a darle a cada persona el valor que se merece…
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