Nostalgias...
La
climatología del otoño y el hecho de que el calendario (2 de noviembre) dedique
un día a recordar seres queridos ya difuntos, provocan, generalmente, en
nosotros y en nuestro entorno, un clima de nostalgia sobre el que cabe
reflexionar.
Y es
que, en general, la nostalgia no ha tenido buena prensa, porque se la ha unido
más con la tristeza, e incluso se la ha confundido con la depresión, mientras
que no se la ha considerado como una verdadera fuente de vitalidad.
Sí que
es cierto que, en ocasiones, puede resultar un error limitarse a mirar
excesivamente al pasado, situación que puede resultar una manera de evadirse de
la realidad, o una dificultad para enfrentarse con el presente; pero no siempre
es así.
Se ha
dicho con frecuencia que las ausencias hacen que destaquen las presencias, y
que muchas cosas las valoramos mucho más cuando no las tenemos, situación que
no ha de servir para encerrarse en lamentaciones, o entrar en conflicto con la
realidad presente, sino para fortalecer nuestra propia identidad.
De
hecho, los psicólogos encuentran puntos muy positivos en la nostalgia. Por
ejemplo:
–nos
ayuda a aferrarnos a la vida y darle un sentido. Nos hace saber que la vida
puede volver a regalarnos momentos tan felices como los que vivimos en el
pasado;
–nos
ayuda a afrontar mejor el futuro. Nos prepara para vivir experiencias como las
vividas en el pasado;
–nos
motiva a seguir adelante, empleando las mismas estrategias con las que
superamos situaciones anteriores;
–contrarresta
las emociones negativas, al revivir momentos felices vividos y disfrutados;
–y
fortalece las relaciones sociales, al revivir momentos positivos vividos con
personas a las que hace tiempo que no tratamos…
Bienvenidas sean, pues, las
nostalgias serenas que alienten nuestras ganas de seguir viviendo.
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